lunes, 2 de junio de 2008

Robregordo 08: la búsqueda de uno mismo

Aquí estoy, un año más escribiendo sobre Robregordo ver la cronica de Robregordo 07). Más que un trial, para mí se está convirtiendo en una pequeña referencia anual en mi vida. En una cita previsible pero no forzada con los valores que me importan. Sacrificio, voluntad, amistad, convivencia, esfuerzo, sufrimiento y superación. Todo ello sobre una moto de trial, pero directamente aplicable a la vida diaria.

Unos días antes de la carrera, cambié la firma de todos los avatares de mis foros. Durante todo este último año, mi lema ha sido: hodie labor, cras fructis (algo así como “hoy trabajo, mañana recogeré los frutos”), pero llegada la encrucijada de Robregordo, todo toma sentido, y el lema vuelve a ser el mismo de siempre en estas fechas: Robregordo no se corre. Robregordo se gana: acabar ya es una victoria. Y ahora me permito añadir, en las circunstancias adecuadas y para determinadas personas, alguien puede ganar Robregordo, incluso sin acabarlo…

De algún modo he elegido esta carrera, por sus especiales características, como mi punto de inflexión motociclista anual. No me cuesta reconocer que planifico el año entero en función de este trial. No de su resultado, que en realidad me da igual, sino de mi planteamiento en el mismo. La clasificación en Robregordo es importante, pero no es lo que me motiva. Acabar también es importante, pero tampoco es lo que me motiva. Lo que me motiva es ser un poco mejor persona que el año pasado. Lo que me motiva es estar un poco más unido a mis amigos que hace un año, ser capaz empatizar con ellos un poco más, ser un poco más fuerte tanto física, como psicológicamente, conocer mejor mi moto, ser un poco mejor piloto. Puede sonar un poco ridículo, porque todas estas cosas en realidad se van labrando día a día, pero cuando de verdad salen a flote es cuando te llevas a ti mismo (y a tu máquina, y a tus amigos y tus circunstancias) al límite. Y para la gente normal como yo, Robregordo es una ocasión excepcional donde casi siempre y sin buscarlo, antes o después, se dan las circunstancias para que todo vaya al límite. Por eso he decidido titular esta crónica así: “Robregordo 08, la búsqueda de uno mismo.” Porque al final, eso es lo que siempre me ocurre en Robregordo, y lo que nos ocurre a casi todos los que lo corremos. Al final llega un momento en que, más allá del trial, la carrera son doscientas pequeñas batallas (tantas como participantes) contra los elementos, contra las circunstancias, y una forma de buscarnos a nosotros mismos y a nuestros límites.

Lo malo de Robregordo, es que de esas doscientas batallas, cada uno de nosotros solo es testigo y partícipe de tres o cuatro como mucho, la suya propia y la de sus amigos y compañeros con los que comparte la carrera. Lo bueno de Robregordo es que algunas de esas doscientas batallas se comparten por medio de las crónicas, y de estas semanas en las que ponemos en común nuestras vivencias. Por eso me gustan estas crónicas en las que cada uno de nosotros cuenta lo que fue su visión personal de lo que fue la carrera y me gustaría animar a cada uno a que vuelque en el teclado del ordenador sus sensaciones, os garantizo que es maravilloso y enriquecedor poder leerlas y compartir el recuerdo de esos instantes memorables que para cada uno de nosotros genera esta carrera.

En mi caso, esta edición la guardaré siempre con el recuerdo directo de Toño, Pedropedales Nacho247 y Platerito.

Y a cada uno de ellos le voy a dedicar unos momentos.

A Pedropedales, porque aparte de amigo, es el mejor compañero del mundo. Tal vez este no haya sido el mejor trial de su vida, y en eso ha pagado la factura de no haber montado en la clásica desde hace ocho meses, pero también es cierto que creo que de algún modo para él ha sido el regreso al disfrute, el regreso a las sensaciones. Ha vuelto a hacer lo que más le gusta, y a descubrirse a si mismo trazando entre las rocas de Robregordo. Pedro es una persona muy especial. Tras su fortaleza física y mental se esconde una persona con un corazón muy grande, siempre dispuesto a sacrificarse por los demás. Para mi este Robregordo era importante, y al mismo tiempo me daba mucho respeto. Era importante porque la moto, aunque va muy bien, es mucho más difícil de llevar que la MAR. Tiene menos bajos, hay que llevarla más deprisa, no admite improvisaciones, tienes que ir exactamente por donde habías pensado. Si lo haces así, es tan eficaz como cualquier otra pre72 (y en algunos casos incluso mejor). Al mismo tiempo, y por las limitaciones que impone el chasis de carretera, el asiento está muy alto, y cuando “echas el pie a tierra”, hay muchas veces que no llegas y el resultado es un bonito vuelco y su correspondiente “hostiazo”. Eso fue lo que me pasó en Palma, me pegué una cantidad de golpes importante. Básicamente porque casi todas las zonas tenían algún punto muy conflictivo, y en ocasiones cuando iba a poner el pie….zas!. En Jaén la moto mejoró una barbaridad. Víctor trabajó mucho en el embrague, para hacerlo mucho más blando, con lo cual cuando estás apurado es bastante más sencillo echar mano y sujetar la moto. Lo otro que hizo fue mejorar suspensión y guiado de cadena trasera (increíble la mejora en tracción) y carburar la moto un pelín más fina. Los resultados empezaron a ser evidentes, la segunda vuelta de Jaén me salió francamente bien, y comencé a confiar en las posibilidades de Platerito. Sin embargo, he de reconocer que Robregordo me daba mucho respeto. Por muchos motivos, las zonas de Robregordo son largas, algunas muy duras y sobre todo, las zonas llegan después de un interzona que castiga enormemente las motos y que a veces te deja desfondado, de manera que cuando al final te juegas los puntos, ya estás arrastrado. Viene todo esto a cuento porque, hablando con Pedro, él también percibía el respeto (y el reto) que para mi suponía la edición de este año. Por eso no puedo dejar de agradecerle que se ofreciese a ir de pareja conmigo. El primer día, antes de la salida, un servidor andaba correteando por el paddock como un león enjaulado. Por fin, salida, llego a la zona uno. Es curioso, pero el pulsómetro ya marca 150 pulsaciones a pesar de que solo hemos recorrido unos 500 metros de interzona y además por un camino ancho y en bajada. Son los nervios. Cuando llego a la zona uno, allí está Pedropedales esperándome. Viene a buscarme a la entrada de la zona, ya ha visto el paso y me va contando por donde lo van haciendo los buenos. No estoy solo. Esto no tiene nada que ver. Entre Pedro y yo nos vamos a merendar este Robregordo como quien no quiere la cosa, jajajaja...

Hay otro momento que le define totalmente. El segundo día, tras la bajada del viaducto, estamos los dos achicharrados, pero él especialmente. No se ha quitado el chubasquero desde hace un par de horas y se debe estar deshidratando, además vamos un pelín justos de tiempo y las subidas antes del viaducto las hemos hecho “tipo enduro”, platerito va como un misil, me consta que Víctor me dará un capón cuando lea esto, pero la 160 sigue a la sherpa como si tal cosa, aunque para ello algunas subidas largas me las tengo que hacer en tercera tirando del embrague como si fuese un violín para que no pierda fuerza. Aunque la este retorciendo la oreja a lo bestia, ni una queja, la ossa es a prueba de bomba. La suma del tramo endurero en subida y las bajadas nos deja fundidos, cuando nos reagrupamos al llegar abajo, a Pedro se le ve congestionado. Le digo que lo tomemos con calma. Pero Pedro no es así: Pedropedales, si hace algo, lo hace a tope, para él no existe el “planteamiento conservador”, así contesta “vale, vale”, y al tiempo me ignora y sale disparado a los pies del viaducto. Seguimos dando eses por el barrizal. Unos cientos de metros más allá nos encontramos con el cortado de roca en el que nos paramos el año pasado a ver la mariposa. La diferencia es que esta vez está todo lleno de barro y alguien ha movido la piedra que servía de escalón. Está imposible. Delante de mí, Pedro afloja un momento, me mira y antes de que le diga que espere a que deje la moto para ayudarle, sonríe, se vuelve hacia el escalón y rosca gas a fondo. La sherpa percute contra el escalón como un martillo contra una viga y sale disparada hacia arriba, vertical, pero sin avanzar ni un milímetro. Por unos instantes me temo lo peor, el leñazo se hace inevitable, pero Pedro saca las “patazas” por los lados y como si fuese una araña empuja la moto hacia delante justo en el momento de alcanzar la máxima altura. Si soy yo con platerito, ya estaba rodando hacia el río. Pero no soy yo, es Pedro con su Bultaco. El resultado: aparece encima del rellano, se gira mirándome y resopla, partiéndose de risa. Antes de que me de ni tiempo a abrir la boca ya ha dejado la moto apoyada en la pared y se ha puesto en el escalón para agarrarme y me está diciendo: tira, tira fuerte, que yo te pillo. Y me pilló, ya lo creo, jajaja. Congestionado como un tomate, pero poniendo hasta la ultima brizna de sus fuerzas al servicio de los demás. Ese es nuestro Pedropedales. Siempre al cien por cien. Para si mismo y para sus amigos. Se que este Robregordo le ha servido para reencontrarse a si mismo, para volver a disfrutar vaciándose sobre la moto, y me alegro enormemente de haber podido estar a su lado.

Tras Pedropedales, voy a hablar un poco de Nacho247. Lo que ha hecho Nacho al igual que otros muchos corredores que participan en clásicos, tiene mucho mérito. Lo tiene porque, si el interzona ya es duro para aquellos que llevamos, como quien dice, media vida subidos en una moto de campo, para aquellos con menos experiencia, debe ser algo así como un Paris-Dakar. Pues bien, acabando el primer día, en la última zona, Pedropedales y yo nos encontramos con Nacho. Está mirando y remirando la zona 20. Nos saluda, y nos dice que está pensando en picársela. Hay un paso que no ve. Se trata de un giro justo encima de una pequeña losa. Está húmedo, pero no mojado. Debería agarrar bien, pero Nacho no lo ve claro. Se le nota que está agotado, pero contento. El día ha sido duro, pero ha conseguido llegar al final. Repasamos con él varias veces la trazada. Sigue sin vero claro. Hay un momento en que Pedro y yo nos ofrecemos a ponernos a los lados de la losa. Si la rueda patina, nosotros agarraremos la moto. Su mirada cambia un poco, sigue sin estar convencido, pero ya le da menos respeto. Una última intentona: dale Nacho, que tu tienes nivel de sobra para hacerlo. Parece que va surtiendo efecto. Se baja a la entrada de la zona y pone en marcha la 349. Nos mira como pensando, como os equivoquéis os voy a dar de cogototes, jajaja. Da gas suavemente, primer giro y de nuevo gas, cuando llega a la losa lleva la velocidad justa. Pedro y yo lo vemos tan claro que nos apartamos y empezamos a jalearle: sigue, sigue Nacho, no cortes gas, ahora pon el peso en la izquierda y no cortes, sigue, sigue. La 349 no vacila ni un instante, y Nacho no mueve los pies de las estriberas. Rebasa la salida de la zona con un cero como una catedral, Pedro y yo gritamos, la pica le felicita, y cuando se gira hacia nosotros, tiene los ojos brillantes y una sonrisa que le sobresale por los lados del renthal. Esto es el trial. Convicción, constancia, técnica. Nos da las gracias y sale disparado hacia la llegada. Como me ha gustado ser testigo de ese cero. Bienvenido al club Nacho. Al club de los que disfrutamos tanto con los ceros de los demás como con los propios…

Otro pilar importante de mi Robregordo de este año ha sido (una vez mas) Toño, porque por fin ha conseguido la victoria que Robregordo le ha negado por distintas chorradas durante varios años. Y además lo ha conseguido a base de voluntad. Lo ha conseguido a base de no tirar la toalla. No voy a contar la historia, creo que ya lo ha hecho él muy bien en su crónica. Pero si que voy a puntualizar varias cosas. Por una parte, que su primer día de carrera fue increíble, a un nivel absolutamente excepcional. Luego las circunstancias y la pérdida de la tarjeta le hicieron bajar un punto su rendimiento deportivo, pero subir muchos en el personal. Por otra parte, es difícil de explicar, pero la mayoría de la gente en su situación hubiera tirado la toalla se hubiera rendido. Pero Toño no. Toño no se rinde. En circunstancias como estas es donde se ve el valor humano de las personas. Por mi parte, me resulta más fácil acercarme a alguien a quien aprecio cuando tiene problemas que cuando las cosas van bien. No se porque, pero yo soy así. Supongo que me da vergüenza acercarme a quien todo le va “viento en popa” por si piensa que lo hago solo por acercarme a su paraguas, a su cobertura, a su buen rollo… Sin embargo, cuando las cosas no le van tan bien como deberían, no me pesa acercarme. Y menos aún cuando es alguien como Toño. Cuando por fin nos alcanzó, con su tarjeta en la mano, después de buscarla casi durante una hora y media, la alegría fue tremenda. Por dos motivos: el primero, poder seguir desde ahí juntos, y el segundo, que de repente nos dimos cuenta de que Toño acababa de exorcizar los demonios de su Robregordo particular. El primer año la caída tremenda en azules. El segundo año tres zonas pinchado para poder acabar, y el año pasado los problemas con una cámara que le volvió loco uno de los dos días y que le dejó prácticamente fuera de combate para la general.

Por eso, cuando apareció por la zona dieciséis, tenía la mirada del tigre sobre la que a veces hemos ironizado cuando Jorge Lorenzo se refiere ella tras sus victorias. Tenía la mirada del que se ha encontrado con el fantasma de sus pesadillas y ha sido capaz de plantarle cara, mirarle a los ojos convencido y ahuyentarle. La mirada del que regresa vencedor del combate, con temblores en las piernas y las fuerzas justas, pero la certeza de la victoria aunque la batalla todavía no haya acabado. Y para Pedro y mi fue un honor podernos sentir sus escuderos en esos momentos. Nada más fácil, y nada más gratificante. A partir de ahí disfrutamos tranquilamente de las cuatro últimas zonas, juntos, con esa sensación de empatía que a veces alcanzamos, con esa sensación de que en la moto, no solo va uno, sino que en realidad vamos todos. Increíble…

Además, si alguien se lo merece es Toño. Voy a contar una anécdota que casi nadie sabe. Cuando estábamos calentando las motos en la carrera de Jaén, me encontré con Kiku Carbonell calentando su sherpa. Kiku, un tipo fenomenal, es uno de los máximos rivales de Toño en la copa de España. Pues bien, por el camino a Jaén, la moto de Kiku perdió el tapón de gasolina, probablemente por efecto del viento sobre el remolque. Como no tenían recambio, para poder correr habían puesto un trapo en el depósito. Es una forma de intentar acabar, pero molesta mucho y además es posible que con la lluvia entre agua… Cuando ví a Toño, le comenté lo del tapón de Carbonell. Se lo dije porque me sonaba que Toño llevaba uno de recambio en la caja de herramientas. Le faltó tiempo para ir a ofrecérselo a su máximo rival, que se desvivía en agradecimientos. Ese es Toño. Eso es ser un campeón, y por esa forma de ser, más aún que lo bien que monta en moto de trial, se merecía este Robregordo.

Por otra parte, y así es el “karma”, lo de quedarnos junto a Toño, la vida a mi me lo devolvió unos minutos después en la zona 20. Llovía, llovía fuerte como en ningún momento. Pedro acabó la zona dejándose un uno bobo y tuvo que salir disparado porque iba tan justo por haberme esperado antes que o se iba o palmaba tiempo. Me preguntó que si se quedaba a esperarme y le dije que no, que tirase: ningún problema, el ya sabía que Toño se quedaba conmigo y que tan solo me faltaba esa zona. Tras él la pasó Toño, la piedra resbalaba como si fuese hielo, diluviaba, pero una vez más la sherpa, casi a punta de gas, remontó los dos obstáculos de piedra dejándole limpio a la salida.

Por mi parte, cuando veo a Toño tener que utilizar todo su arte para sacar la zona a cero me doy cuenta de lo difícil que se ha puesto con la lluvia y el barro. La miro y la remiro. Es mi zona. Como el año pasado la de Mick Andrews. Acabo de proponerme hacerme un cero y lo voy a hacer. Por muchos motivos. El primero, porque llevo todo el año preparándome para este momento. He perdido 25 kilos de grasa. He ganado 10 de masa muscular. He corrido montones de kilómetros en busca de la forma física que no tenía. He entrenado muchas, pero que muchas horas sobre mi platerito. He vuelto locos a Víctor y Andrés Menéndez de Vitale máquinas para ir mejorando a platerito. No solo eso, salvo Pedro, (que se lo he contado por si por algo me diese un “bajonazo” durante la carrera de hoy) nadie más lo sabe, pero para complicar un poco más la cosa, mi hijo ha estado toda la semana con faringitis y me lo ha pegado. Ayer cuando acabé el primer día me encontraba fatal, la garganta me dolía a lo bestia y tenía mucho frió. Cuando llegue a casa tenia mucha fiebre, así que me tome un limón con miel como me aconsejó Pedro, una manta, antitérmicos y a intentar dormir. He pasado lo que se suele llamar una “noche toledana” en la que me he debido despertar como trescientas veces, tenía pesadillas y algunas otras lindezas derivadas de la fiebre. En algún momento a lo largo de la noche entre alucinación y vigilia me he puesto el termómetro y marcaba 39. Mejor no pensarlo. Mañana voy a estar bien. Punto. En ese momento me he levantado y me he mirado en el espejo. Parezco un espectro, pálido y con unas ojeras tremendas, pero he decidido que cuando me despierte voy a sentirme mucho mejor porque si no, no podría correr hoy segundo día. Y no puede ser de otra forma, llevo un año entero detrás de este día. Seguro que tendría que soportar mas chanzas sobre si me he retirado porque los veinticinco kilos me han pasado factura o porque platerito no ha dado de si. ¡Bajo ningún concepto! Yo acabo como me llamo Chema, es más, si no fuese por lo bien que estoy de forma y por lo bien que va platerito, ni de coña acabaría un segundo día como el que nos espera, con pinta de ser aún más duro que el primero.

Y así lo hago: cuando suena el despertador salto de la cama y me meto en la ducha con agua hirviendo para quitarme los temblores. Un café humeante y ya estoy en marcha.

En la vida, cuando “pintan bastos”, resistir es ganar, por que al final siempre escampa, pero para eso hay que aguantar hasta el final…

Así que con esa convicción y el apoyo de mi amigo Pedropedales, aguanto todo el día. No solo eso, sino que, salvo un momento en el campo de fútbol donde me da el bajonazo y la pifio en la zona más fácil del trial, el resto del día cada vez voy mejor. La moto va cada vez mejor, el trabajo que han hecho Víctor y Andrés es espectacular, la moto sube por todas partes, me falta algo de fe y un poco más de técnica, pero todo llegará, ese será mi próximo reto para el año que viene, ya pensaré como conseguirlo…. El día es fantástico, cada vez me voy viendo mas cerca de los mejores de mi categoría, y cuando comienzo a llevar la moto “a su manera” y sin presión, me marco un par de pasos memorables, como el de la zona 18 (gracias ConchiMacguiver, siempre con una sonrisa y ánimos para los que llegamos fundidos), o como precioso el dos (o casi dos, me da igual, jajaja) de la 19, y ahora, bajo la lluvia, la 20.

Así que aquí estoy. Dos días después. A pesar del barro, la lluvia, el granizo, la fiebre. A pesar de que entre mi moto y yo sumamos más de ochenta años. Aquí estoy. Entero, con más fuerzas que nunca. Con mi pequeña ossita y sus menos de 200 centímetros cúbicos, frente a una subida resbaladiza, y bajo la reedición del diluvio universal, versión Robregordo.

Pero tengo las cuatro cosas que necesito:

1/La que para mi es la mejor moto del mundo. La moto que me va a llevar en los próximos años a todas las carreras. La moto que empieza a obedecerme, cuando yo se que pedirle. La moto de chemix. MI MOTO. Hecha por y para MÍ.

2/Fuerzas: todo un año currando. Muchos esfuerzos, muchos sudores, muchas horas, mucho hambre. Pero ahora ha llegado la hora de la verdad. De ver si de en realidad mi cuerpo ha sido capaz de prepararse para este esfuerzo máximo después de dos días de “caña” y exigencias continuas.

3/Convicción: se que lo puedo hacer. Tal vez técnicamente tengo mucho que mejorar, pero tal y como le contábamos a Nacho247 ayer Pedro y yo, lo bueno del trial es que la fe mueve los límites de lo posible. Y yo lo veo, creo que esta zona es posible a cero. Lo voy a hacer. No solo eso, cuanto más la miro, más me voy “calentando” a mi mismo: no fastidies que no vas a ser capaz de hacer a cero esta zona, venga, a por ella.

4/Mis amigos, Pedro y en este caso, Toño. Por muchas cosas. Por la empatía que hemos ido desarrollando a lo largo de estos años. Porque por algún motivo que ignoro, cuando Toño está delante, Platerito funciona mejor (o tal vez es que el sabe como hacer que yo le saque todo el rendimiento) y también porque me apetece dedicarle este cero. Todavía no hemos entregado las tarjetas, pero yo se que él ha ganado, al fin. Y me apetece poner mi guinda a este pastel que tanta ilusión nos hace.

Antes mío entra en zona Bertrán. Da gusto ver como monta…: se marca un cerazo en azules bajo la lluvia, y su moto va genial. En algún sitio se debe haber pegado un leñazo porque va, (como muchas Puma Racing), sin aleta trasera. En fin, cicatrices de la batalla…

Tras Bertrán, me bajo a la entrada de la zona y me voy sentando en la moto. Me planteo esperar a ver si deja de llover, pero por otra parte no tiene pinta de parar. Pasa un minutito. Toño sigue arriba. No me mete prisa. Soy consciente de que se está jugando penalizar tiempo, pero también soy consciente de que en este momento no le importa, me va a esperar. Me va a esperar por el mismo motivo por el que Pedro ha ido tirando de mí en todos los pasos jodidos del interzona de los dos últimos días, a pesar de estar el mismo justito de fuerzas. Me va a esperar aunque penalice tiempo por el mismo motivo por el que Pedro se hubiese ido con él a buscar la tarjeta de haber sido su compañero. Me va a esperar aunque penalice tiempo por el mismo motivo por el que Corsino penalizó tiempo el primer día para acabar junto a Lallorea. Me va a esperar por el mismo motivo por el que Julián ha acabado su Paris Dakar particular sin titubear dedicándole a su Padre el resultado de las enseñanzas de la vida que supo transmitirle, por lo mismo por lo que José Luis Quer lleva casi ocho meses peleando y sacrificándose, por lo mismo por lo que Corsino como máximo exponente de lo que todos sentimos, a pesar de su preocupación, se alegrará infinitamente cuando le vea cargar la honda tan contento en la furgo habiendo acabado su Robregordo completo y sin daños. Me va a esperar por los mismos motivos por los que Juanito no ha parado hasta conseguir que Corsino no tirase la toalla, por los mismos motivos por los que Corsino o KingScorpion estaban dispuestos a sacrificar su Robregordo para evitar ponerle los dientes largos a JLQ… Me va a esperar por los mismos motivos por los que Mercé ha resistido su calvario y por fin ha vuelto como fiel exponente del “decíamos ayer” desde detrás de su cámara, alegrándonos el alma a todos y devolviéndole la sonrisa al bueno del Boni, por los mismos motivos por los que Lallorea subió el año pasado hasta el punto mas alto del interzona, ha acabado esta edición un DIA y al año que viene se hará la carrera entera. Por los mismos motivos por los que Willy ha acabado los dos días, pero hubiera acabado hasta siete si hiciese falta, incluso con la moto a cuestas si hubiera sido necesario, las mismas razones por las que Víctor y Andrés siempre están en el campo de fútbol repartiendo ánimos, ayuda y todo lo que puedan entre todos sus amigos. Por lo mismo por lo que QuiqueRod aguantó toda la tarde bajo la lluvia en la zona del río para regalarnos el recuerdo de unos instantes preciosos. Las mimas razones que le llevan a Mick a seguir al pie del cañón sin soltar una mala queja a pesar de no poder ni apretar el embrague con la mano izquierda. Me va a esperar porque somos gente que cuando hacemos algo, lo hacemos de verdad, hasta sus últimas consecuencias, y lo compartimos todo, lo bueno y lo malo, con nuestros amigos, eso es lo que nos hace más grandes, más humanos, mejores personas y sobre todo, millonarios en sentimientos. Me va a esperar porque en este momento mi cero es más importante para nosotros que su victoria, aunque los dos sabemos que dentro de un rato la realidad pondrá todo en su justo sitio y será al revés. Pero en este momento somos un equipo. Y lo que le pase a uno nos pasará a los dos. Así somos nosotros.

Al fin me decido. A por el cero. Entro en la zona totalmente convencido. Primer giro a la derecha, todo bien. Llevo a Platerito muy suave, casi a punta de gas. Segundo giro, a izquierdas sobre una losa mojada. Ahí es donde Nacho247 se marcó su cerazo ayer. Pero me anticipo demasiado y doy gas antes de salir de la losa, que patina como si la hubieran pulido. La rueda trasera resbala, pero tengo tanta fe en mi ossita que no quito los pies de los estribos. Efectivamente, como medio metro más allá, la rueda deja de patinar y me quedo prácticamente quieto. Lo único malo es que me he salido de la trayectoria. Estoy casi parado, con los pies en los estribos, y a unos 90 grados de la trazada buena. Me planteo poner un pie, recolocar la moto y continuar con un uno. Y entonces oigo la voz de Toño:

-Despacito, dale despacito, que esa moto gira en nada y desde ahí eres capaz de dar la vuelta.

Le hago caso, se que tiene razón, yo nunca lo hubiera intentado, pero si el dice que es posible, es que se puede.

Giro muy despacio, a pistonadas, bing, bing, bing, poco a poco la moto se va revolviendo, rodeo la roca grande y vuelvo a estar en la trazada. Lo malo es que me he quedado justo al lado del doble escalón y encima la roca está mojada. No tengo velocidad ni tracción. Toño sigue gritando:

- Despacito, Chema, dale despacito, que así es como hay que llevar esa moto, despacito, no tengas prisa, no des gas.

Intento hacerle caso. Es una cuestión de fe. Como no suba, en vez de un cero, será un cinco, y lo mismo hasta un buen revolcón.

Me lanzo hacia el doble escalón sin abrir más gas. La moto sube el primero, tiro de las piernas para arriba, a tope, con todas mis fuerzas, tengo que quitarle el peso de la parte de atrás.

Bing, bing, bing. Platerito sube, muy despacio, Toño sigue gritando: así, así, así es como hay que llevar esta moto, despacito…

Y antes de que me quiera dar cuenta, he subido el doble, justo enfrente hay una roca, pero la moto está tan parada que solo tengo que cruzar el manillar y llegar a la salida: un cerazo.

Toño grita como un loco: Así, así, así es como hay que llevar esta moto, y así tienes una gran moto para hacer trial ¡y con aleta! Jajajaja.

Yo intento darle las gracias, decirle que ese cero es casi mas suyo que mío, pero casi no me salen las palabras, estoy agotado, empapado, con el corazón a 180 pulsaciones y feliz. Muy feliz.

Arrancamos disparados hacia la mesa. Una vez más por donde el año pasado. Dando las eses por el camino estrecho a toda velocidad. Cuando llegamos a la carretera antigua Toño levanta la rueda de la kit campeón y se marca un cabata interminable. Un metro por detrás yo lo intento con mi motito. Voy en tercera, no es que tenga mucha fuerza, pero se aguanta unos metros en paralelo, aunque a mi me parece como si fuesen varios kilómetros. En el lateral de la carretera hay unos pilotos que ya han acabado, están cargando las motos en un remolque y que nos saludan con el pulgar en alto. Me siento el tipo más feliz del mundo. Como han cambiado las cosas, el año pasado a estas alturas no podía ni parpadear de justo que iba de fuerzas y sin embargo aquí estoy, en paralelo a Toño con la rueda delantera apuntando al cielo… Y si el año pasado lo que sonaba era Moby, esta vez dentro de mi cabeza va sonando Kilye: “ how do you describe a feeling? How does it feels in my arms?, How does it feels in my arms?”…

Robregordo, una vez más al límite. Una vez más a la búsqueda de nosotros mismos y al encuentro de mis amigos y del espíritu que nos une. Mil gracias a todos los que lo hacéis posible. Mil gracias a los que compartís esta filosofía. Y un deseo sincero. Ojalá podamos seguir disfrutándolo muchas veces más, estos momentos y estas sensaciones compensan con creces todo un año de sacrificios y esfuerzos.

Y tras la peli, los créditos. Gracias a todos los que me habéis apoyado en estos meses de travesía del desierto. Incluidos a aquellos que me aconsejabais rendirme, porque me consta que lo hacíais por mi bien. Gracias a mi familia por aceptar y apoyarme en mi dedicación y sacrificios de todo tipo en este año. Gracias a mis amigos, a todos los TrialMadrid, porque representáis, representamos, una forma de plantearnos el trial y el buen rollo que, a mi, personalmente, me llena de felicidad. . Si me permitís la sugerencia, seguid invirtiendo en buen rollo y en esfuerzo. Ambas cosas regresan siempre con creces… Enhorabuena a todos los que os habéis integrado este ultimo año en este “barco” llamado TrialMadrid, cada uno a la medida de sus deseos, enhorabuena a Nachette y a Natalia, que ahora ya pueden opinar con conocimiento de causa sobre lo que es un Robregordo sobre una clásica y todo lo que ello implica...

Y por último, gracias a los que hacéis posible Robregordo cada año. Y cada año mejor, parece imposible. Gracias a todos por compartir vuestras experiencias en Robregordo y por mantener viva la web y el foro que tantas satisfacciones nos dan. A todos, un millón de gracias, y… … ¿qué tal si empezamos a planificar Robregordo 09?