martes, 26 de mayo de 2009

Robregordo 09 (capitulo II) : el poder de la mente

Resulta difícil elegir un protagonista claro para Robregordo 2009. Hay muchos pilotos que han destacado y que han brillado por encima de lo que en ellos es habitual.

Me ha llamado especialmente la atención Alan Crayk, creo que hacer 12 puntos en los dos dias en pasos verdes es un resultado espectacular. Un piloto para azules, sin duda.

Tambien son alucinantes los 19 puntos de Jaume Vila (por cierto, los Vila, buena gente de verdad...)

Un resultado que demuestra realmente el nivel que es capaz de alcanzar, y que le pone como claro favorito para la Copa de España.

Pero hoy me gustaría hablar de alguien a quien tengo mucho más cerca. El que para mi ha sido uno de los protagonistas de esta edición de Robregordo y que es Carlos Zorzo.

Carlos, aparte de amigo mío y supongo que quien lea perdonará la parcialidad que implica hablar de alguien a quien uno aprecia , es un tipo peculiar. Peculiar porque tiene una especial sensibilidad para poner las motos a punto. No es exactamente un mecánico, ni un técnico. En eso sus conocimientos estan bien, pero no destaca especialmente (menos de lo que a el le gusta aparentar, jajaja). Lo que de verdad sabe hacer COMO NADIE es dar "el ultimo ajuste ". Poner la moto a punto, hacer que TODO vaya bien. Desde la suspensión, a los frenos, a la carburación, a la tensión de la cadena, los cables, todo.


Precisamente ese es su problema: una jodida sensibilidad que le hace percibir cuando todo va "redondo" y cuando no. Y eso, que unido a un gran bagaje de conocimientos técnicos variados es una gran ventaja a la hora de poner a punto una moto, puede por el contrario ser el mayor de los handicaps a la hora de competir.

Así, el hecho de que su moto (por ejemplo) no arranque bien, es capaz de "joderle" una carrera entera. Cualquier otro seria capaz de "apartar" en su mente el incidente, dejando la moto en marcha a la entrada de las zonas, arrancando a empujon, cualuquier cosa. Sin embargo, la mente de Carlos no es así. No va a parar de darle vueltas a por que no arranca. Cada vez que la moto dé una pistonada, pensará en como conseguir que arranque bien, y (sobre todo, sic) en la tremenda desventaja que supone que la moto no arranque. Con lo cual no irá centrado, se dejará pies que no se deja entrenando, cada vez renegará más, y cuando llegue a casa estará pensando en "vender la jodida moto que le revienta las carreras". Cuando en realidad lo único que le pasa es que no arranca bien, pero una vez que arranca, funciona perfectamente. En fin, una pescadilla que se muerde la cola. Y la mente es poderosa. Muy poderosa. Si no te sientes bien, no vas bien. Carlos es un ejemplo andante de ello.

Por eso mismo, lo que ha conseguido en este Robregordo tiene doble mérito. Porque ha logrado que la moto vaya casi perfecta. Y por otra parte, y el sabe de que hablo, aunque aqui no lo voy a contar, la moto tenía un problemilla. Es más, esta vez el problemilla era de cierta envergadura, y la hacía especialmente compleja de conducir en Robregordo, pero esta vez se ha superado a si mismo, ha conseguido obviar su existencia, y seguir, como si tal cosa.
El resultado; un podio en Robregordo.

Por cierto, aprovecho el pie de esta foto para da las gracias a Julian Sanz, uno de los señores que más sabe de trial que yo conozca, y un tipo encantador, siempre dando consejos, con buen rollo y ayudando. Gracias Julian!

Un podio que sabe a gloria, porque son muchos años peleando con las zonas de Manolo´s Land. Un podio que tiene especial valor porque por ahí mismo, esta moto le dejó tirado hace años con un problema de embrague y hubo que ir a buscarle casi en helicoptero. Un podio, en definitiva, conseguido haciendo lo que mejor sabe hacer, que es afinar la moto para que vaya como ninguna, y consiguiendo superar las limitaciones que su mente le imponía cuando no todo iba redondo. El poder de la mente es inmenso. Solo los inteligentes son capaces de domesticarla y de transformar los handicaps en ventajas. Y esos son los que suben al podio.


Carlitos, ahora ya sabes el camino, repetir no será fácil, pero ahora que ya has probado que puedes, no te desanimes cuando las cosas se pongan duras, y sigue, sigue. Que lo tienes a tiro....

lunes, 25 de mayo de 2009

Robregordo 09 (capitulo I) : Manolo´s Land


Comienzo esta serie de post dedicados a mi trial favorito dedicando el primero de la serie a los que están detrás de las "bambalinas".

Lo de Manolo´s Land no es ninguna coña. Es un simil basado en la "mercadotecnia motociclista" de Jorge Lorenzo. Si Jorge considera Lorenzo´s Land (tierra conquistada) todo circuito en el que gana, bien podemos nosotros decir que Robregordo es lo mismo pero en versión Manolo.


Manolo, por Manolo Torralbo, pero tambien por Manuel Casado. Personajes ambos fundamentales para que hoy día Robregordo sea con seguridad el mejor trial Clasico del mundo. Y tambien por ese equipo formado alrededor de Sotobike Sport que no se llaman Manuel, pero que curran como bestias cada año para hacer el pequeño milagro de Robregordo, y que consiste en que cada edición es un poco mejor que la anterior. Para todos, Quique E., Miguel S.M, Julian, Fernando, Rafa, Eduardo, Txiri, Mario, y todos los demás que se dejan sus ratos libres para que disfrutemos, por todos vosotros, Robregordo es Manolo´s Land. Tierra conquistada...

A todos ellos, GRACIAS. Gracias porque seguís marcando la pauta del Trial Clasico en España (y probablemente en todo el mundo, salvo los Scottish pre65 por su historia, no hay ningún evento de esta relevancia).




Pero además de esto, si para la próxima edición deciden repetir ruta, hay un trozo de interzona que debería ser llamado Manolo´s Land en su honor. Se trata de una subida que en el trial de esta edición subíamos entre las zonas 3 y 4. Una rampa de unos 400 metros de largo y unos 100 de desnivel vertical. Corta, pero con mucha inclinación, y sobre todo, llena de barro arcilloso y de hierba. He visto estos dos días de todo. Pilotos con su moto literalmente clavada en el barro, imposible iniciar la marcha hacia arriba con el carter enganchado y la rueda totalmente envuelta en arcilla. He visto pilotos sentados sobre la moto en mitad de la cuesta, otros tumbados junto a ella, todos intentando recuperar el resuello para seguir. Unos intentando esquivar el atasco y el barrizal por la derecha, otros por la izquierda, unos empujando la moto con todas sus fuerzas y otros mirando al final de la rampa que nunca llegaba mientras el pulsometro marcaba doscientas diez pulsaciones por minuto. Y todo esto, veinte minutos después de la salida y todavía con más de 20 km de interzona y cuatro horas de carrera por delante. Un auténtico rompehombres, donde se ha visto las ganas, y tambien el fondo físico de cada uno. Una delicia. Un lugar donde tambien hemos podido descubrir como es cada cual: hubo quien se lo saltó dando un rodeo por la carretera y pensando que los demás no nos enteraríamos. Allá cada uno, ellos se lo perdieron, ganar (y acabar en Robregordo es ganar), con trampas no tiene gracia. No dejan de ser esa minoría que dá más valor a todos los demás, los que sufren, los que aguantan y tambien los que, llegado a su limite humano, deciden retirarse y coger carrerilla para el año próximo (un abrazo, Manu) en vez de pillar atajos. A todos un abrazo, incluso (uno menor, eso sí...) a quien pillase el atajo. Si a el le vale, a mi también. Enhorabuena a todos!!!

Mañana seguiré con algunos otros detalles, pero de momento hoy, el día después, lo primero que se me ocurre es

¡¡¡¡GRACIAS!!!

PD: Gracias Germán, Mercé, Jose María (VTT) , Yoyi y todos los que haceis fotos, con vuestro permiso iré tomando alguna para quitarle peso a tantas letras del blog, en cualquier caso, os añado a mi lista de agradecimientos prioritarios, al final la magia de las fotos nos traslada una y otra vez a los instantes que tanto hemos disfrutado.....


lunes, 2 de junio de 2008

Robregordo 08: la búsqueda de uno mismo

Aquí estoy, un año más escribiendo sobre Robregordo ver la cronica de Robregordo 07). Más que un trial, para mí se está convirtiendo en una pequeña referencia anual en mi vida. En una cita previsible pero no forzada con los valores que me importan. Sacrificio, voluntad, amistad, convivencia, esfuerzo, sufrimiento y superación. Todo ello sobre una moto de trial, pero directamente aplicable a la vida diaria.

Unos días antes de la carrera, cambié la firma de todos los avatares de mis foros. Durante todo este último año, mi lema ha sido: hodie labor, cras fructis (algo así como “hoy trabajo, mañana recogeré los frutos”), pero llegada la encrucijada de Robregordo, todo toma sentido, y el lema vuelve a ser el mismo de siempre en estas fechas: Robregordo no se corre. Robregordo se gana: acabar ya es una victoria. Y ahora me permito añadir, en las circunstancias adecuadas y para determinadas personas, alguien puede ganar Robregordo, incluso sin acabarlo…

De algún modo he elegido esta carrera, por sus especiales características, como mi punto de inflexión motociclista anual. No me cuesta reconocer que planifico el año entero en función de este trial. No de su resultado, que en realidad me da igual, sino de mi planteamiento en el mismo. La clasificación en Robregordo es importante, pero no es lo que me motiva. Acabar también es importante, pero tampoco es lo que me motiva. Lo que me motiva es ser un poco mejor persona que el año pasado. Lo que me motiva es estar un poco más unido a mis amigos que hace un año, ser capaz empatizar con ellos un poco más, ser un poco más fuerte tanto física, como psicológicamente, conocer mejor mi moto, ser un poco mejor piloto. Puede sonar un poco ridículo, porque todas estas cosas en realidad se van labrando día a día, pero cuando de verdad salen a flote es cuando te llevas a ti mismo (y a tu máquina, y a tus amigos y tus circunstancias) al límite. Y para la gente normal como yo, Robregordo es una ocasión excepcional donde casi siempre y sin buscarlo, antes o después, se dan las circunstancias para que todo vaya al límite. Por eso he decidido titular esta crónica así: “Robregordo 08, la búsqueda de uno mismo.” Porque al final, eso es lo que siempre me ocurre en Robregordo, y lo que nos ocurre a casi todos los que lo corremos. Al final llega un momento en que, más allá del trial, la carrera son doscientas pequeñas batallas (tantas como participantes) contra los elementos, contra las circunstancias, y una forma de buscarnos a nosotros mismos y a nuestros límites.

Lo malo de Robregordo, es que de esas doscientas batallas, cada uno de nosotros solo es testigo y partícipe de tres o cuatro como mucho, la suya propia y la de sus amigos y compañeros con los que comparte la carrera. Lo bueno de Robregordo es que algunas de esas doscientas batallas se comparten por medio de las crónicas, y de estas semanas en las que ponemos en común nuestras vivencias. Por eso me gustan estas crónicas en las que cada uno de nosotros cuenta lo que fue su visión personal de lo que fue la carrera y me gustaría animar a cada uno a que vuelque en el teclado del ordenador sus sensaciones, os garantizo que es maravilloso y enriquecedor poder leerlas y compartir el recuerdo de esos instantes memorables que para cada uno de nosotros genera esta carrera.

En mi caso, esta edición la guardaré siempre con el recuerdo directo de Toño, Pedropedales Nacho247 y Platerito.

Y a cada uno de ellos le voy a dedicar unos momentos.

A Pedropedales, porque aparte de amigo, es el mejor compañero del mundo. Tal vez este no haya sido el mejor trial de su vida, y en eso ha pagado la factura de no haber montado en la clásica desde hace ocho meses, pero también es cierto que creo que de algún modo para él ha sido el regreso al disfrute, el regreso a las sensaciones. Ha vuelto a hacer lo que más le gusta, y a descubrirse a si mismo trazando entre las rocas de Robregordo. Pedro es una persona muy especial. Tras su fortaleza física y mental se esconde una persona con un corazón muy grande, siempre dispuesto a sacrificarse por los demás. Para mi este Robregordo era importante, y al mismo tiempo me daba mucho respeto. Era importante porque la moto, aunque va muy bien, es mucho más difícil de llevar que la MAR. Tiene menos bajos, hay que llevarla más deprisa, no admite improvisaciones, tienes que ir exactamente por donde habías pensado. Si lo haces así, es tan eficaz como cualquier otra pre72 (y en algunos casos incluso mejor). Al mismo tiempo, y por las limitaciones que impone el chasis de carretera, el asiento está muy alto, y cuando “echas el pie a tierra”, hay muchas veces que no llegas y el resultado es un bonito vuelco y su correspondiente “hostiazo”. Eso fue lo que me pasó en Palma, me pegué una cantidad de golpes importante. Básicamente porque casi todas las zonas tenían algún punto muy conflictivo, y en ocasiones cuando iba a poner el pie….zas!. En Jaén la moto mejoró una barbaridad. Víctor trabajó mucho en el embrague, para hacerlo mucho más blando, con lo cual cuando estás apurado es bastante más sencillo echar mano y sujetar la moto. Lo otro que hizo fue mejorar suspensión y guiado de cadena trasera (increíble la mejora en tracción) y carburar la moto un pelín más fina. Los resultados empezaron a ser evidentes, la segunda vuelta de Jaén me salió francamente bien, y comencé a confiar en las posibilidades de Platerito. Sin embargo, he de reconocer que Robregordo me daba mucho respeto. Por muchos motivos, las zonas de Robregordo son largas, algunas muy duras y sobre todo, las zonas llegan después de un interzona que castiga enormemente las motos y que a veces te deja desfondado, de manera que cuando al final te juegas los puntos, ya estás arrastrado. Viene todo esto a cuento porque, hablando con Pedro, él también percibía el respeto (y el reto) que para mi suponía la edición de este año. Por eso no puedo dejar de agradecerle que se ofreciese a ir de pareja conmigo. El primer día, antes de la salida, un servidor andaba correteando por el paddock como un león enjaulado. Por fin, salida, llego a la zona uno. Es curioso, pero el pulsómetro ya marca 150 pulsaciones a pesar de que solo hemos recorrido unos 500 metros de interzona y además por un camino ancho y en bajada. Son los nervios. Cuando llego a la zona uno, allí está Pedropedales esperándome. Viene a buscarme a la entrada de la zona, ya ha visto el paso y me va contando por donde lo van haciendo los buenos. No estoy solo. Esto no tiene nada que ver. Entre Pedro y yo nos vamos a merendar este Robregordo como quien no quiere la cosa, jajajaja...

Hay otro momento que le define totalmente. El segundo día, tras la bajada del viaducto, estamos los dos achicharrados, pero él especialmente. No se ha quitado el chubasquero desde hace un par de horas y se debe estar deshidratando, además vamos un pelín justos de tiempo y las subidas antes del viaducto las hemos hecho “tipo enduro”, platerito va como un misil, me consta que Víctor me dará un capón cuando lea esto, pero la 160 sigue a la sherpa como si tal cosa, aunque para ello algunas subidas largas me las tengo que hacer en tercera tirando del embrague como si fuese un violín para que no pierda fuerza. Aunque la este retorciendo la oreja a lo bestia, ni una queja, la ossa es a prueba de bomba. La suma del tramo endurero en subida y las bajadas nos deja fundidos, cuando nos reagrupamos al llegar abajo, a Pedro se le ve congestionado. Le digo que lo tomemos con calma. Pero Pedro no es así: Pedropedales, si hace algo, lo hace a tope, para él no existe el “planteamiento conservador”, así contesta “vale, vale”, y al tiempo me ignora y sale disparado a los pies del viaducto. Seguimos dando eses por el barrizal. Unos cientos de metros más allá nos encontramos con el cortado de roca en el que nos paramos el año pasado a ver la mariposa. La diferencia es que esta vez está todo lleno de barro y alguien ha movido la piedra que servía de escalón. Está imposible. Delante de mí, Pedro afloja un momento, me mira y antes de que le diga que espere a que deje la moto para ayudarle, sonríe, se vuelve hacia el escalón y rosca gas a fondo. La sherpa percute contra el escalón como un martillo contra una viga y sale disparada hacia arriba, vertical, pero sin avanzar ni un milímetro. Por unos instantes me temo lo peor, el leñazo se hace inevitable, pero Pedro saca las “patazas” por los lados y como si fuese una araña empuja la moto hacia delante justo en el momento de alcanzar la máxima altura. Si soy yo con platerito, ya estaba rodando hacia el río. Pero no soy yo, es Pedro con su Bultaco. El resultado: aparece encima del rellano, se gira mirándome y resopla, partiéndose de risa. Antes de que me de ni tiempo a abrir la boca ya ha dejado la moto apoyada en la pared y se ha puesto en el escalón para agarrarme y me está diciendo: tira, tira fuerte, que yo te pillo. Y me pilló, ya lo creo, jajaja. Congestionado como un tomate, pero poniendo hasta la ultima brizna de sus fuerzas al servicio de los demás. Ese es nuestro Pedropedales. Siempre al cien por cien. Para si mismo y para sus amigos. Se que este Robregordo le ha servido para reencontrarse a si mismo, para volver a disfrutar vaciándose sobre la moto, y me alegro enormemente de haber podido estar a su lado.

Tras Pedropedales, voy a hablar un poco de Nacho247. Lo que ha hecho Nacho al igual que otros muchos corredores que participan en clásicos, tiene mucho mérito. Lo tiene porque, si el interzona ya es duro para aquellos que llevamos, como quien dice, media vida subidos en una moto de campo, para aquellos con menos experiencia, debe ser algo así como un Paris-Dakar. Pues bien, acabando el primer día, en la última zona, Pedropedales y yo nos encontramos con Nacho. Está mirando y remirando la zona 20. Nos saluda, y nos dice que está pensando en picársela. Hay un paso que no ve. Se trata de un giro justo encima de una pequeña losa. Está húmedo, pero no mojado. Debería agarrar bien, pero Nacho no lo ve claro. Se le nota que está agotado, pero contento. El día ha sido duro, pero ha conseguido llegar al final. Repasamos con él varias veces la trazada. Sigue sin vero claro. Hay un momento en que Pedro y yo nos ofrecemos a ponernos a los lados de la losa. Si la rueda patina, nosotros agarraremos la moto. Su mirada cambia un poco, sigue sin estar convencido, pero ya le da menos respeto. Una última intentona: dale Nacho, que tu tienes nivel de sobra para hacerlo. Parece que va surtiendo efecto. Se baja a la entrada de la zona y pone en marcha la 349. Nos mira como pensando, como os equivoquéis os voy a dar de cogototes, jajaja. Da gas suavemente, primer giro y de nuevo gas, cuando llega a la losa lleva la velocidad justa. Pedro y yo lo vemos tan claro que nos apartamos y empezamos a jalearle: sigue, sigue Nacho, no cortes gas, ahora pon el peso en la izquierda y no cortes, sigue, sigue. La 349 no vacila ni un instante, y Nacho no mueve los pies de las estriberas. Rebasa la salida de la zona con un cero como una catedral, Pedro y yo gritamos, la pica le felicita, y cuando se gira hacia nosotros, tiene los ojos brillantes y una sonrisa que le sobresale por los lados del renthal. Esto es el trial. Convicción, constancia, técnica. Nos da las gracias y sale disparado hacia la llegada. Como me ha gustado ser testigo de ese cero. Bienvenido al club Nacho. Al club de los que disfrutamos tanto con los ceros de los demás como con los propios…

Otro pilar importante de mi Robregordo de este año ha sido (una vez mas) Toño, porque por fin ha conseguido la victoria que Robregordo le ha negado por distintas chorradas durante varios años. Y además lo ha conseguido a base de voluntad. Lo ha conseguido a base de no tirar la toalla. No voy a contar la historia, creo que ya lo ha hecho él muy bien en su crónica. Pero si que voy a puntualizar varias cosas. Por una parte, que su primer día de carrera fue increíble, a un nivel absolutamente excepcional. Luego las circunstancias y la pérdida de la tarjeta le hicieron bajar un punto su rendimiento deportivo, pero subir muchos en el personal. Por otra parte, es difícil de explicar, pero la mayoría de la gente en su situación hubiera tirado la toalla se hubiera rendido. Pero Toño no. Toño no se rinde. En circunstancias como estas es donde se ve el valor humano de las personas. Por mi parte, me resulta más fácil acercarme a alguien a quien aprecio cuando tiene problemas que cuando las cosas van bien. No se porque, pero yo soy así. Supongo que me da vergüenza acercarme a quien todo le va “viento en popa” por si piensa que lo hago solo por acercarme a su paraguas, a su cobertura, a su buen rollo… Sin embargo, cuando las cosas no le van tan bien como deberían, no me pesa acercarme. Y menos aún cuando es alguien como Toño. Cuando por fin nos alcanzó, con su tarjeta en la mano, después de buscarla casi durante una hora y media, la alegría fue tremenda. Por dos motivos: el primero, poder seguir desde ahí juntos, y el segundo, que de repente nos dimos cuenta de que Toño acababa de exorcizar los demonios de su Robregordo particular. El primer año la caída tremenda en azules. El segundo año tres zonas pinchado para poder acabar, y el año pasado los problemas con una cámara que le volvió loco uno de los dos días y que le dejó prácticamente fuera de combate para la general.

Por eso, cuando apareció por la zona dieciséis, tenía la mirada del tigre sobre la que a veces hemos ironizado cuando Jorge Lorenzo se refiere ella tras sus victorias. Tenía la mirada del que se ha encontrado con el fantasma de sus pesadillas y ha sido capaz de plantarle cara, mirarle a los ojos convencido y ahuyentarle. La mirada del que regresa vencedor del combate, con temblores en las piernas y las fuerzas justas, pero la certeza de la victoria aunque la batalla todavía no haya acabado. Y para Pedro y mi fue un honor podernos sentir sus escuderos en esos momentos. Nada más fácil, y nada más gratificante. A partir de ahí disfrutamos tranquilamente de las cuatro últimas zonas, juntos, con esa sensación de empatía que a veces alcanzamos, con esa sensación de que en la moto, no solo va uno, sino que en realidad vamos todos. Increíble…

Además, si alguien se lo merece es Toño. Voy a contar una anécdota que casi nadie sabe. Cuando estábamos calentando las motos en la carrera de Jaén, me encontré con Kiku Carbonell calentando su sherpa. Kiku, un tipo fenomenal, es uno de los máximos rivales de Toño en la copa de España. Pues bien, por el camino a Jaén, la moto de Kiku perdió el tapón de gasolina, probablemente por efecto del viento sobre el remolque. Como no tenían recambio, para poder correr habían puesto un trapo en el depósito. Es una forma de intentar acabar, pero molesta mucho y además es posible que con la lluvia entre agua… Cuando ví a Toño, le comenté lo del tapón de Carbonell. Se lo dije porque me sonaba que Toño llevaba uno de recambio en la caja de herramientas. Le faltó tiempo para ir a ofrecérselo a su máximo rival, que se desvivía en agradecimientos. Ese es Toño. Eso es ser un campeón, y por esa forma de ser, más aún que lo bien que monta en moto de trial, se merecía este Robregordo.

Por otra parte, y así es el “karma”, lo de quedarnos junto a Toño, la vida a mi me lo devolvió unos minutos después en la zona 20. Llovía, llovía fuerte como en ningún momento. Pedro acabó la zona dejándose un uno bobo y tuvo que salir disparado porque iba tan justo por haberme esperado antes que o se iba o palmaba tiempo. Me preguntó que si se quedaba a esperarme y le dije que no, que tirase: ningún problema, el ya sabía que Toño se quedaba conmigo y que tan solo me faltaba esa zona. Tras él la pasó Toño, la piedra resbalaba como si fuese hielo, diluviaba, pero una vez más la sherpa, casi a punta de gas, remontó los dos obstáculos de piedra dejándole limpio a la salida.

Por mi parte, cuando veo a Toño tener que utilizar todo su arte para sacar la zona a cero me doy cuenta de lo difícil que se ha puesto con la lluvia y el barro. La miro y la remiro. Es mi zona. Como el año pasado la de Mick Andrews. Acabo de proponerme hacerme un cero y lo voy a hacer. Por muchos motivos. El primero, porque llevo todo el año preparándome para este momento. He perdido 25 kilos de grasa. He ganado 10 de masa muscular. He corrido montones de kilómetros en busca de la forma física que no tenía. He entrenado muchas, pero que muchas horas sobre mi platerito. He vuelto locos a Víctor y Andrés Menéndez de Vitale máquinas para ir mejorando a platerito. No solo eso, salvo Pedro, (que se lo he contado por si por algo me diese un “bajonazo” durante la carrera de hoy) nadie más lo sabe, pero para complicar un poco más la cosa, mi hijo ha estado toda la semana con faringitis y me lo ha pegado. Ayer cuando acabé el primer día me encontraba fatal, la garganta me dolía a lo bestia y tenía mucho frió. Cuando llegue a casa tenia mucha fiebre, así que me tome un limón con miel como me aconsejó Pedro, una manta, antitérmicos y a intentar dormir. He pasado lo que se suele llamar una “noche toledana” en la que me he debido despertar como trescientas veces, tenía pesadillas y algunas otras lindezas derivadas de la fiebre. En algún momento a lo largo de la noche entre alucinación y vigilia me he puesto el termómetro y marcaba 39. Mejor no pensarlo. Mañana voy a estar bien. Punto. En ese momento me he levantado y me he mirado en el espejo. Parezco un espectro, pálido y con unas ojeras tremendas, pero he decidido que cuando me despierte voy a sentirme mucho mejor porque si no, no podría correr hoy segundo día. Y no puede ser de otra forma, llevo un año entero detrás de este día. Seguro que tendría que soportar mas chanzas sobre si me he retirado porque los veinticinco kilos me han pasado factura o porque platerito no ha dado de si. ¡Bajo ningún concepto! Yo acabo como me llamo Chema, es más, si no fuese por lo bien que estoy de forma y por lo bien que va platerito, ni de coña acabaría un segundo día como el que nos espera, con pinta de ser aún más duro que el primero.

Y así lo hago: cuando suena el despertador salto de la cama y me meto en la ducha con agua hirviendo para quitarme los temblores. Un café humeante y ya estoy en marcha.

En la vida, cuando “pintan bastos”, resistir es ganar, por que al final siempre escampa, pero para eso hay que aguantar hasta el final…

Así que con esa convicción y el apoyo de mi amigo Pedropedales, aguanto todo el día. No solo eso, sino que, salvo un momento en el campo de fútbol donde me da el bajonazo y la pifio en la zona más fácil del trial, el resto del día cada vez voy mejor. La moto va cada vez mejor, el trabajo que han hecho Víctor y Andrés es espectacular, la moto sube por todas partes, me falta algo de fe y un poco más de técnica, pero todo llegará, ese será mi próximo reto para el año que viene, ya pensaré como conseguirlo…. El día es fantástico, cada vez me voy viendo mas cerca de los mejores de mi categoría, y cuando comienzo a llevar la moto “a su manera” y sin presión, me marco un par de pasos memorables, como el de la zona 18 (gracias ConchiMacguiver, siempre con una sonrisa y ánimos para los que llegamos fundidos), o como precioso el dos (o casi dos, me da igual, jajaja) de la 19, y ahora, bajo la lluvia, la 20.

Así que aquí estoy. Dos días después. A pesar del barro, la lluvia, el granizo, la fiebre. A pesar de que entre mi moto y yo sumamos más de ochenta años. Aquí estoy. Entero, con más fuerzas que nunca. Con mi pequeña ossita y sus menos de 200 centímetros cúbicos, frente a una subida resbaladiza, y bajo la reedición del diluvio universal, versión Robregordo.

Pero tengo las cuatro cosas que necesito:

1/La que para mi es la mejor moto del mundo. La moto que me va a llevar en los próximos años a todas las carreras. La moto que empieza a obedecerme, cuando yo se que pedirle. La moto de chemix. MI MOTO. Hecha por y para MÍ.

2/Fuerzas: todo un año currando. Muchos esfuerzos, muchos sudores, muchas horas, mucho hambre. Pero ahora ha llegado la hora de la verdad. De ver si de en realidad mi cuerpo ha sido capaz de prepararse para este esfuerzo máximo después de dos días de “caña” y exigencias continuas.

3/Convicción: se que lo puedo hacer. Tal vez técnicamente tengo mucho que mejorar, pero tal y como le contábamos a Nacho247 ayer Pedro y yo, lo bueno del trial es que la fe mueve los límites de lo posible. Y yo lo veo, creo que esta zona es posible a cero. Lo voy a hacer. No solo eso, cuanto más la miro, más me voy “calentando” a mi mismo: no fastidies que no vas a ser capaz de hacer a cero esta zona, venga, a por ella.

4/Mis amigos, Pedro y en este caso, Toño. Por muchas cosas. Por la empatía que hemos ido desarrollando a lo largo de estos años. Porque por algún motivo que ignoro, cuando Toño está delante, Platerito funciona mejor (o tal vez es que el sabe como hacer que yo le saque todo el rendimiento) y también porque me apetece dedicarle este cero. Todavía no hemos entregado las tarjetas, pero yo se que él ha ganado, al fin. Y me apetece poner mi guinda a este pastel que tanta ilusión nos hace.

Antes mío entra en zona Bertrán. Da gusto ver como monta…: se marca un cerazo en azules bajo la lluvia, y su moto va genial. En algún sitio se debe haber pegado un leñazo porque va, (como muchas Puma Racing), sin aleta trasera. En fin, cicatrices de la batalla…

Tras Bertrán, me bajo a la entrada de la zona y me voy sentando en la moto. Me planteo esperar a ver si deja de llover, pero por otra parte no tiene pinta de parar. Pasa un minutito. Toño sigue arriba. No me mete prisa. Soy consciente de que se está jugando penalizar tiempo, pero también soy consciente de que en este momento no le importa, me va a esperar. Me va a esperar por el mismo motivo por el que Pedro ha ido tirando de mí en todos los pasos jodidos del interzona de los dos últimos días, a pesar de estar el mismo justito de fuerzas. Me va a esperar aunque penalice tiempo por el mismo motivo por el que Pedro se hubiese ido con él a buscar la tarjeta de haber sido su compañero. Me va a esperar aunque penalice tiempo por el mismo motivo por el que Corsino penalizó tiempo el primer día para acabar junto a Lallorea. Me va a esperar por el mismo motivo por el que Julián ha acabado su Paris Dakar particular sin titubear dedicándole a su Padre el resultado de las enseñanzas de la vida que supo transmitirle, por lo mismo por lo que José Luis Quer lleva casi ocho meses peleando y sacrificándose, por lo mismo por lo que Corsino como máximo exponente de lo que todos sentimos, a pesar de su preocupación, se alegrará infinitamente cuando le vea cargar la honda tan contento en la furgo habiendo acabado su Robregordo completo y sin daños. Me va a esperar por los mismos motivos por los que Juanito no ha parado hasta conseguir que Corsino no tirase la toalla, por los mismos motivos por los que Corsino o KingScorpion estaban dispuestos a sacrificar su Robregordo para evitar ponerle los dientes largos a JLQ… Me va a esperar por los mismos motivos por los que Mercé ha resistido su calvario y por fin ha vuelto como fiel exponente del “decíamos ayer” desde detrás de su cámara, alegrándonos el alma a todos y devolviéndole la sonrisa al bueno del Boni, por los mismos motivos por los que Lallorea subió el año pasado hasta el punto mas alto del interzona, ha acabado esta edición un DIA y al año que viene se hará la carrera entera. Por los mismos motivos por los que Willy ha acabado los dos días, pero hubiera acabado hasta siete si hiciese falta, incluso con la moto a cuestas si hubiera sido necesario, las mismas razones por las que Víctor y Andrés siempre están en el campo de fútbol repartiendo ánimos, ayuda y todo lo que puedan entre todos sus amigos. Por lo mismo por lo que QuiqueRod aguantó toda la tarde bajo la lluvia en la zona del río para regalarnos el recuerdo de unos instantes preciosos. Las mimas razones que le llevan a Mick a seguir al pie del cañón sin soltar una mala queja a pesar de no poder ni apretar el embrague con la mano izquierda. Me va a esperar porque somos gente que cuando hacemos algo, lo hacemos de verdad, hasta sus últimas consecuencias, y lo compartimos todo, lo bueno y lo malo, con nuestros amigos, eso es lo que nos hace más grandes, más humanos, mejores personas y sobre todo, millonarios en sentimientos. Me va a esperar porque en este momento mi cero es más importante para nosotros que su victoria, aunque los dos sabemos que dentro de un rato la realidad pondrá todo en su justo sitio y será al revés. Pero en este momento somos un equipo. Y lo que le pase a uno nos pasará a los dos. Así somos nosotros.

Al fin me decido. A por el cero. Entro en la zona totalmente convencido. Primer giro a la derecha, todo bien. Llevo a Platerito muy suave, casi a punta de gas. Segundo giro, a izquierdas sobre una losa mojada. Ahí es donde Nacho247 se marcó su cerazo ayer. Pero me anticipo demasiado y doy gas antes de salir de la losa, que patina como si la hubieran pulido. La rueda trasera resbala, pero tengo tanta fe en mi ossita que no quito los pies de los estribos. Efectivamente, como medio metro más allá, la rueda deja de patinar y me quedo prácticamente quieto. Lo único malo es que me he salido de la trayectoria. Estoy casi parado, con los pies en los estribos, y a unos 90 grados de la trazada buena. Me planteo poner un pie, recolocar la moto y continuar con un uno. Y entonces oigo la voz de Toño:

-Despacito, dale despacito, que esa moto gira en nada y desde ahí eres capaz de dar la vuelta.

Le hago caso, se que tiene razón, yo nunca lo hubiera intentado, pero si el dice que es posible, es que se puede.

Giro muy despacio, a pistonadas, bing, bing, bing, poco a poco la moto se va revolviendo, rodeo la roca grande y vuelvo a estar en la trazada. Lo malo es que me he quedado justo al lado del doble escalón y encima la roca está mojada. No tengo velocidad ni tracción. Toño sigue gritando:

- Despacito, Chema, dale despacito, que así es como hay que llevar esa moto, despacito, no tengas prisa, no des gas.

Intento hacerle caso. Es una cuestión de fe. Como no suba, en vez de un cero, será un cinco, y lo mismo hasta un buen revolcón.

Me lanzo hacia el doble escalón sin abrir más gas. La moto sube el primero, tiro de las piernas para arriba, a tope, con todas mis fuerzas, tengo que quitarle el peso de la parte de atrás.

Bing, bing, bing. Platerito sube, muy despacio, Toño sigue gritando: así, así, así es como hay que llevar esta moto, despacito…

Y antes de que me quiera dar cuenta, he subido el doble, justo enfrente hay una roca, pero la moto está tan parada que solo tengo que cruzar el manillar y llegar a la salida: un cerazo.

Toño grita como un loco: Así, así, así es como hay que llevar esta moto, y así tienes una gran moto para hacer trial ¡y con aleta! Jajajaja.

Yo intento darle las gracias, decirle que ese cero es casi mas suyo que mío, pero casi no me salen las palabras, estoy agotado, empapado, con el corazón a 180 pulsaciones y feliz. Muy feliz.

Arrancamos disparados hacia la mesa. Una vez más por donde el año pasado. Dando las eses por el camino estrecho a toda velocidad. Cuando llegamos a la carretera antigua Toño levanta la rueda de la kit campeón y se marca un cabata interminable. Un metro por detrás yo lo intento con mi motito. Voy en tercera, no es que tenga mucha fuerza, pero se aguanta unos metros en paralelo, aunque a mi me parece como si fuesen varios kilómetros. En el lateral de la carretera hay unos pilotos que ya han acabado, están cargando las motos en un remolque y que nos saludan con el pulgar en alto. Me siento el tipo más feliz del mundo. Como han cambiado las cosas, el año pasado a estas alturas no podía ni parpadear de justo que iba de fuerzas y sin embargo aquí estoy, en paralelo a Toño con la rueda delantera apuntando al cielo… Y si el año pasado lo que sonaba era Moby, esta vez dentro de mi cabeza va sonando Kilye: “ how do you describe a feeling? How does it feels in my arms?, How does it feels in my arms?”…

Robregordo, una vez más al límite. Una vez más a la búsqueda de nosotros mismos y al encuentro de mis amigos y del espíritu que nos une. Mil gracias a todos los que lo hacéis posible. Mil gracias a los que compartís esta filosofía. Y un deseo sincero. Ojalá podamos seguir disfrutándolo muchas veces más, estos momentos y estas sensaciones compensan con creces todo un año de sacrificios y esfuerzos.

Y tras la peli, los créditos. Gracias a todos los que me habéis apoyado en estos meses de travesía del desierto. Incluidos a aquellos que me aconsejabais rendirme, porque me consta que lo hacíais por mi bien. Gracias a mi familia por aceptar y apoyarme en mi dedicación y sacrificios de todo tipo en este año. Gracias a mis amigos, a todos los TrialMadrid, porque representáis, representamos, una forma de plantearnos el trial y el buen rollo que, a mi, personalmente, me llena de felicidad. . Si me permitís la sugerencia, seguid invirtiendo en buen rollo y en esfuerzo. Ambas cosas regresan siempre con creces… Enhorabuena a todos los que os habéis integrado este ultimo año en este “barco” llamado TrialMadrid, cada uno a la medida de sus deseos, enhorabuena a Nachette y a Natalia, que ahora ya pueden opinar con conocimiento de causa sobre lo que es un Robregordo sobre una clásica y todo lo que ello implica...

Y por último, gracias a los que hacéis posible Robregordo cada año. Y cada año mejor, parece imposible. Gracias a todos por compartir vuestras experiencias en Robregordo y por mantener viva la web y el foro que tantas satisfacciones nos dan. A todos, un millón de gracias, y… … ¿qué tal si empezamos a planificar Robregordo 09?

viernes, 25 de mayo de 2007

Robregordo 07/ Mick Andrews, el mejor piloto de trial de la historia

Robregordo 07/Mick Andrews

"El mejor piloto de trial de la historia"

21 de mayo de 2007

Supongo que no es fácil de entender por qué mezclo Robregordo y Mick en el título de esta humilde crónica, pero hay veces que, como dicen las canciones de la cabra mecánica, cuando menos te lo esperas, va la vida y te sorprende.

Te sorprende porque ni siquiera en las mas optimistas de tus previsiones esperas pasarlo tan bien. Porque, a pesar de confiar plenamente en la gente que te rodea, en tus amigos, a quienes has ido eligiendo cuidadosamente y a quienes crees conocer totalmente, a veces incluso ellos superan todas tus expectativas.

Decía mi querido Julián de Cabo en su blog esa tremenda frase de “haz trial para aprender a vivir.

Y estoy totalmente de acuerdo con él. El trial ha supuesto un impactante cambio en mi vida desde que empecé, pero aun mayor desde que volví hace casi cuatro años. Supongo que la gran diferencia entre la primera vez y la segunda es que en esta ocasión ya no he llegado de forma casual, esta vez fue una elección propia, con todo lo que ello conlleva.

Al mismo tiempo, soy de los que piensan que la vida son detalles, rituales, eso es lo que hace que las cosas tengan valor. No es lo mismo beber un buen vino en un vaso de plástico que en una copa de cristal. Es posible que el vino sea el mismo, pero no es lo mismo. Y este Robregordo (espectacular en si, probablemente el mejor trial de clásicas, “nuestras clásicas”, del mundo) no hubiera sido igual para mí sin mis amigos y sobre todo, sin la sombra de Mick (y de Jill, por supuesto) por ahí cerca. Bien lo sabe Toño, que ha cuidado cada instante del cursillo para hacerlo memorable para todos nosotros. Y bien lo sabe Víctor Menéndez, que ha conseguido que me sienta tan unido a mi máquina como nunca lo estuve con ninguna otra. A los dos, un diez, Amigos míos.

En cuanto a Mick, todo lo que diga es poco: Impresionante. Yo deseo algún día tener algo, aunque solo sea un poco, de su espíritu, su entusiasmo, su amabilidad, sus ganas, su ilusión. Siempre fui un seguidor de su historia, tengo en casa decenas de artículos de prensa sobre él, entrevistas aparecidas en la prensa especializada española y extranjera en los años 70 y 80 (tantas cosas que incluso me dio un poco de vergüenza enseñárselos para no quedar como un “gruppie” enfebrecido) y me limité a llevarle el libro que escribió hace casi 30 años para que me lo firmase... Es un piloto excepcional. El único que supo permanecer en la élite más de 20 años, cambiando, evolucionando, tanto técnicamente como en su mentalidad. Y que después de abandonar la alta competición, siguió en activo, cuidándose, enseñando y compartiendo todo lo aprendido y acumulado durante toda una vida pasada en la cresta de la ola. Pero sobre todo, disfrutando de la competición. A otro nivel, amateur, por supuesto, pero deleitándose en la adrenalina, en la búsqueda de la concentración, de la propia superación al entrar en una zona. Y además, es una persona excepcional, yo solo quería su firma en una foto, y sin embargo, la dedicatoria del libro seguirá emocionándome el resto de mi vida cada vez que la lea.

Mas allá de todo lo anterior, cuanto hayas podido leer o te hayan contado se queda corto cuando le(s) conoces. Lo pongo en plural porque Mick y Jill son una extensión de la misma forma de ver la vida. Es impresionante verles disfrutar de cada momento, de cada pequeño homenaje, de cada instante. Es impresionante ver a Mick asediado por todos, todos reclamando su atención, sus consejos, y él repartiendo sabiduría, con una sonrisa permanente y una palabra adecuada para cada uno.

Y siempre sin prisa. Sin prisa por arrancar, sin prisa por llegar a ningún sitio y al mismo tiempo demostrando que no por eso se llega tarde. A la velocidad adecuada, tomándose su tiempo para cargar el coche y arrancar camino de sus vacaciones bajo el sol de Almería, pero apurando antes los últimos momentos de charla (casi intimista) sobre lo humano y lo divino en el caseto del motoclub después del cursillo. A la velocidad apropiada, decidiendo sentarse en una piedra el segundo día de Robregordo simplemente para dejar que se disolviese un poco la cola (ya había estado observándola mucho rato, se sentó fuera de la visión de la zona, junto a la James, solo a esperar) y sobre todo a dejar que la gente rodase la trazada llena de barro para pasar tras ellos y marcar un cero increíble, como siempre. Y, curiosamente, para a partir de ahí realizar el trial prácticamente el último (pero dentro del tiempo), sin colas, sin presión.

Una vez más sin parar, pero al mismo tiempo sin prisa, a la velocidad exacta en cada instante. Esa es, aparte de la ilusión y el entusiasmo a la hora de afrontar cada día de esta vida, la otra gran lección que he aprendido de Mick: Analizar y elegir el ritmo, el “tempo”, adecuado en cada momento. Es una de las claves para poder obtener buenos resultados en el trial, pero mucho mas importante que eso, es la forma de disfrutar de todos y cada uno de los maravillosos y memorables instantes con que nuestra existencia nos obsequia habitualmente. Y como bien dice Julián, esta enseñanza no es solo para el trial, no. Es para la vida. Gran verdad, Amigo mío...

Aquellos que me conocéis bien sabéis que hay una frase sacada de una película que refleja uno de mis planteamientos vitales. Cuando en Blade Runner el replicante Roy se da cuenta de que nada va a poder evitar su muerte, dice: “he visto cosas que vosotros no creeríais (…) todas esas cosas se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia”. Mi planteamiento en esta vida es recopilar tantos de esos instantes como me sea posible, aunque algún día cuando yo pase a otra dimensión, se disuelvan en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Sin embargo, esta vez hay algunas pequeñas anécdotas de estos dos días que tal vez merezcan no permanecer en mi humilde saquito de experiencias, porque salvo una de ellas, las demás no son estrictamente personales, son cosas de las que yo me considero testigo, tal vez más que partícipe, y que dicen mucho sobre sus otros protagonistas, tanto, que tal vez merezca la pena que sean compartidas.

Instantes mágicos:

Primer instante: El viernes antes del curso se celebró una pequeña cena-homenaje a Mick y Jill, en la que el ayuntamiento de Collado Mediano y el Motoclub TrialMadrid les hicimos entrega de una placa conmemorativa en honor a su dedicación al trial. Por supuesto la conversación fue memorable, Mick y Jill son una enciclopedia andante de los últimos 40 años. No solo del trial, han viajado mucho, han conocido a gente súper interesante, y lo han hecho siempre con la mente abierta, admirando lo mejor de cada cual, impregnándose de la riqueza de espíritu que da mezclarte con otras culturas sin dejar de ser tu mismo y de ser fiel a tus orígenes (la mejor prueba de ello es que, a pesar de haber viajado por absolutamente todo el mundo, su “base de operaciones” sigue siento su pueblo, donde crecieron, se conocieron y se instalaron) . Pues bien, en un momento de la conversación le pregunté si lo de no ganar los cuartos scottish consecutivos en el 73 con la Yamaha (después de haber dejado Ossa) debido a la lesión de hombro que casi le retiró de las competiciones le había fastidiado mucho. La contestación fue espectacular, mientras sonreía y miraba un poco al infinito, como recordando:

-bueno, eso no fue exactamente así. Yo ya estaba razonablemente recuperado, lo que me pasó es que el último día, cuando iba líder, se rajó la culata (de magnesio) que habíamos estrenado en la Yamaha justo para los scottish, no tenía reparación posible y me quedé casi sin compresión, por lo que me tuve que limitar a intentar acabar la carrera. Lo importante no es que perdiese mi oportunidad de ganar los scottish. Si los hubiese ganado tal vez me hubiera dado por satisfecho y no hubiera hecho más, lo importante es que me dio tanta rabia que eso me dio fuerzas y motivación para seguir y ganar dos veces más. Es lo que pasa con la vida, lo importante es adaptarte a las circunstancias. Hoy, viniendo con el coche desde Gran Bretaña Jill y yo nos hemos perdido y hemos estado una hora dando vueltas hasta encontrar el camino correcto. Sin embargo, cuando hemos vuelto a la autopista nos hemos encontrado un accidente tremendo en el que había implicados varios camiones y muchos heridos. Tal vez, solo tal vez, de no habernos perdido, hubiéramos estado cerca del accidente. Por eso no hay que quejarse, cuando las cosas se tuercen, hay que retomarlas desde donde estén y no darle muchas vueltas a “si hubiera…”.

Impresionante, ¿a que si? ¿Aplicable al trial?, por supuesto. ¿Cuantas veces hemos renegado por un pie tonto, una flecha saltada, una moto que no va… ? El remedio: seguir, no ha pasado nada, queda mucha carrera, aunque sea la penúltima zona. Y si es la última zona, entonces quedan muchas mas carreras. ¿Aplicable a la vida? Por supuesto, como dice Julián, a mí también me gustaría que mis hijos hagan trial, este tipo de trial, para que aprendan esos “detalles” que marcan la personalidad y la forma se ser de los campeones, campeones de la vida…

Segundo instante mágico: domingo, cursillo de Mick. El Maestro nos marca una zona de cierto nivel a los que sabemos un poquillo más. El principio de la zona son un par de escalones y giros. Alguno de ellos bastante bestia. Pero al cabo de un par de pasadas casi todos llegamos a cero en la parte de los escalones. Sin embargo, la salida de la zona es un zig-zag en una especie de poza pequeñísima. Parece imposible, la moto prácticamente no entra recta, como para girar ahí dentro. Todos lo intentamos, pero es imposible. Incluso Mick se acaba acercando y poniendo en marcha la James para intentarlo. Es como un filtro, al cabo de cinco minutos solo quedan el y Toño intentándolo mano a mano. Son increíbles los dos, cada uno con la moto de su juventud, levantando la rueda para intentar un doble giro imposible. Todos guardamos silencio y miramos con atención. Al cabo de cuatro o cinco intentos, ambos llegan a la conclusión de que es simplemente imposible, pero (ambos) siguen una y otra vez. La sherpa ratea de caliente que está y la James tiene el embrague al rojo vivo, pero ninguno de los dos para. Dos pura sangre, mano a mano. Lo curioso es que Toño ha empezado ha hacer trial de verdad con casi 40 años, y que Mick tiene 63 y va con una moto de 1964, pero ambos son ganadores natos, no paran, una y otra vez a intentarlo. Al final es el sentido común el que los detiene, ambos paran y se miran con respeto. Es imposible hacerla con menos de un uno. Y todos aplaudimos. Sangre de campeón. Sangre indomable. El resultado: tablas, a veces las partidas, cuando ambos contrincantes son excepcionales, no tienen ganador. Y ese es el caso….

El tercer instante mágico para mí fue en el segundo día de Robregordo. Las cosas iban mejor que en el primero: gracias a la intervención de mis “Ángeles de la Guarda”, Víctor y Andrés de Vitale Máquinas, la Ossa volvía a ir como un reloj. La primera parte del día no había estado muy acertado, pero me las fui apañando para unir ceros en las zonas fáciles con treses en las (para mi) imposibles. Sin embargo al llegar a la zona del rio, hago el paso difícil del barro a cero, y a la salida del mismo me salto la chorrada de flecha (que he mirado cuatro veces…) y me casco un cinco de libro. Me dan ganas de gritar de rabia, si no fuese por el autocontrol que he desarrollado desde que era un enano y trataba de disimular los temblores de rabia que me entraban cuando perdía a algo, pillaría una piedra, machacaría el depósito y a tomar por saco!. Se que es difícil de entender, pero todo el “jodío” año entrenando para esta carrera, ayer se me fastidia la moto en la primera mitad, hoy segundo día voy muchísimo mejor en la primera parte del día que es la que menos favorece a mi moto porque es la más bestia, y ahora que venía la segunda parte que es la que mas me favorece y llego pegadito a ellos, voy la cago, joooooder. Acabo de pifiar la carrera. Hasta aquí iba pegado a mis amigos, con algún puntito de más, pero cerca. Sin embargo ellos han hecho cero en esta y yo un cinco, irrecuperable… Intento relajarme, por lo menos me lo estoy pasando en grande, que es a lo que vine, ¿no? Respiro profundo y digo, bueno, ya que hoy tampoco vas a poderles “meter mano” a los pre77, por lo menos a disfrutar de cada una de las zonas desde este mismo momento…

Dos zonas después llegamos a una de ellas que es una pedrera larga con un giro al inicio. Ayer hice un uno, me dejé el pie casi arriba, pero además hoy han modificado las flechas y a mitad de rampa de pedrera/canchal hay que desviarte como un metro a la derecha de la trayectoria recta. Dificilísimo. Justo cuando llegamos la esta pasando Vesterinen. Se deja un pie justo arriba aunque lo ha hecho por el lado contrario al juez y no tengo muy claro si se lo han visto. La miramos y remiramos los cuatro. Pasa Carlitos pero al desviarse se va muy a la derecha, no puede rectificar y se deja dos pies en el último momento, casi arriba. Da rabia porque está que se sale, y la verdad es que la Ossa de láminas va como un avión, la puede dejar casi muerta, y al abrir gas, que la moto siempre tira sin titubear ni un momento. Yo me planteo hacerlo un poco más deprisa, en la mía si pierdes la velocidad la has cagado. Tras el, Pedro hace lo propio, traza de maravilla, lleva una temporada que está dominando su tendencia a ir deprisa y eso le vuelve imparable, pero por la derecha es casi imposible, un uno al llegar arriba. Toño y yo seguimos mirándola. Toño dice que hay que intentarla por la izquierda, pegado a la roca, aunque con el riesgo de engancharte con ella. Le digo que no lo veo. Yo creo que por la derecha, pero solo es una opinión… Toño se va hacia la moto. Traza por la izquierda y aunque se agarra como un jabato se le engancha la estribera, le deja casi sin velocidad y empleando lo mejor de si mismo consigue salir del brete sin que la moto se le quede parada dejándose solo un pie para traccionar. Si llego a ser yo en vez de él, me dejo un cinco como una catedral. Me quedo mirando la roca. Toño me espera arriba. Noto una mano sobre mi hombro. Me giro: Mick Andrews. -Hi, Mick. -Hi! -Are You enjoying? -Of course!! Me quedo pensando, a eso hemos venido, ¿no?, a pasarlo bien. Bueno, pues nada de amarrar, si hay algún momento para intentar lo imposible es ahora, delante del Maestro… unos metros más allá esta Carles Casas, trialero13, otro impresionante maestro en esto del trial y una referencia de estilo y elegancia dentro y fuera de la moto a través de los años. Estoy un poco nervioso, pero como poseído. No hay más vueltas que darle, si se puede hacer, si yo lo puedo hacer, lo haré ahora. Me voy a por la Ossa. La pongo en marcha, respiro, respiro. Respiro. Miro hacia arriba, a la salida Toño me espera y debe captar mi tensión porque cuando se da cuenta de que le observo mientras intento poner la mente en blanco me hace la señal del pulgar para arriba para animarme y que perciba que está conmigo. Respiro una vez más, noto los latidos del corazón en el casco, respiro hondo. Ahora se lo que sienten los toros cuando escarban antes de arrancarse. Se que mi ossita me va a obedecer, es mi niña: si es verdad como dice Toño que hay duende en estos viejos cacharros, ese pequeño cabronazo va a salir ahora y me va a disparar hacia arriba en esta jodida pedrera. Sigo sintiendo los latidos de mi corazón contra el casco. La moto petardea mientras le doy suaves acelerones. Le susurro bajito al oído, como si fuese un caballo: ¿no eres una macandrius? Pues este es tu momento, bonita, suelta lo que tienes dentro… Vuelvo a tratar de dejar la mente en blanco. Solo veo el paso donde tengo que desviarme a la derecha y evitar soltar el pie. Me lo repito una otra vez: no pienses, no pienses, solo déjate llevar, pega los pies a la moto, traza por donde has decidido y aguanta. Respiro hondo, ya no oigo los latidos, solo oigo la moto, pero es que ya no es la moto, soy yo, el acelerador es mi corazón, las estriberas y mis pies son solo uno. Suelto el embrague, entro en la zona, ahí esta Mick, junto al giro, puro trámite, el instante decisivo viene justo detrás, enfilo, abro el gas a tope suavemente y me agarro al manillar, por la derecha, fuerte, la rueda trasera se engancha a una roca y se medio atasca, mierda, la moto se queda casi parada y se inclina: voy a poner un pie. Pero no. El pie no se suelta, sigue en su sitio, y el enano caprichoso del duende empuja como si de ello dependiese el fin del mundo, la rueda sale del agujero, la moto se endereza y yo continuo aferrado a mi manillar prácticamente en la trazada que me había planteado. Los últimos metros de la zona ni los siento, mi visión es como a través de un tubo, solo veo a Toño al fondo del mismo gritándome y dándome ánimos. Salgo de la zona a cero dando gritos, Toño aplaude y me abraza, o no, pero a mi me lo parece, creo que nunca me he sentido tan unido a él como en este instante, no oigo nada, debe ser la adrenalina, no me lo puedo creer, un cero… Miro para atrás, el Maestro sigue en el giro donde le he dejado, me sonríe y el también me hace la señal del pulgar hacia arriba. Como no es bultaquista entiendo que lo que quiere decir es que así es como hay que tratar al duende de la vida: con fe. Es cierto, con fe y una máquina como esta, hasta un torpe como yo puede superar sus propios límites. Estoy seguro de que esto yo no lo hubiera subido a cero en ningún otro momento ni con ninguna otra moto, ni siquiera con una moderna. En aviación lo llamábamos “push the envelope”. Algo así como “mover los límites”. Hace unos días leí algo que me encantó en una entrevista al Vesterinen de los buenos tiempos: “tener fe es hacer retroceder los límites de lo posible”. Esta enseñanza también vale para tantas cosas…

Y además, hay algo que a cada según pasa el tiempo no hace más que confirmarse, esta es mi moto, es posible que monte en otras, es posible que tenga más, que corra con otras, pero esta, para siempre será la mía. La moto con la que yo he redescubierto el trial y, de algún modo, estoy redescubriendo una parte de mi mismo. Ella y yo sabemos las cosas que hemos hecho juntos, nimiedades comparadas con lo que hacen los buenos, pero hay experiencias que unen, y lo de mover los límites juntos, es para siempre…

Cuarto instante mágico. Segundo día de Robregordo, me he retrasado un poco para no forzar la moto en la subida larga a media mañana, voy solo por el interzona, hemos pasado unos barrizales del carajo, una zona de piedras que se las traía, unas subidas de quitar el hipo, casi como un pequeño Paris Dakar para nuestras clásicas. El premio es que después de tanto sufrimiento para hombres y máquinas, ahora estamos en la parte más alta del recorrido, bordeando la parte alta de Somosierra por un camino forestal casi borrado por la vegetación. Encima de nuestras cabezas un par de milanos hacen círculos majestuosamente. No hace frio, pero han caido unas gotas y huele a jara, a piedra mojada y a sierra de Madrid, ese olor tan familiar y entrañable para mi. Voy mirando a lo lejos, intentando disfrutar del idílico paisaje, pero al mismo tiempo sin quitar la visión periférica de un metro por delante de la rueda por si los agujeros. Y de repente, allí lo veo, unos doscientos metros por delante. Es Juan, LALLOREA, va despacito, pero ha llegado hasta arriba. Es absolutamente increíble. Recorre unos cincuenta metros de pie sobre las estriberas y otro tanto sentado. Y luego de nuevo de pie. Y sentado. Me acerco despacio a él, para no sobresaltarle y me pongo paralelo. Como diría mi hijo: flipo. Lleva una sonrisa tan ancha como el manillar renthal. Es el vivo ejemplo rodante de la frase del párrafo anterior sobre la fe y retroceder los límites de lo posible. Una vez paralelos y a la misma velocidad, le miro y sonrío.

-¿Qué tal? -Muy bien -¿Te está gustando, Juan? -Me está encantando… No hay más que ver el brillo de sus ojos, no cabe duda…

Le digo que se pare un momento para poder hacerle una foto, arrancamos y seguimos. Le desborda la felicidad. Esto es el trial. Voluntad, sentido común y buen humor. Todos ellos a la medida de cada uno. Un lujo….

Un poquito más allá me despido tras preguntarle que si necesita algo, acelero un poco y me alejo. Le voy dejando detrás. Justo cuando acabo de perderle de vista se acaba el camino fácil y llego a la siguiente bajada, unas eses brutales en pendiente donde los tambores a duras penas evitan que salgas disparado barranco abajo. Me planteo si pararme a esperarle. Mejor no. Lo está haciendo a su manera, su camino. Me digo a mi mismo que sobrevivirá, y lo hará él solito. Llego a la zona siguiente, pasan cinco o seis minutos, y mientras echo un ojo a la trazada le veo aparecer en la zona por la parte de arriba del camino. Viene sonriendo, despacito en segunda, sentado en su bultaco. Diría yo que la sherpa no solo no está sucia a pesar del barro y de la paliza que lleva encima sino que brilla más que nunca antes con su flamante dueño sobre su grupa. Por supuesto que han superado la bajada sin daños, ¿acaso a alguien le cabía alguna duda?

Quinto instante mágico. Segundo día de Robregordo, ultima hora de la mañana. Estamos haciendo la parte final del recorrido, nos deben quedar cuatro o cinco zonas y estamos por la parte del viaducto. El interzona es un sendero estrechísimo lleno de pasos angostos, junto al río y en un punto donde la vegetación es realmente frondosa. Hace sol y debe haber unos 23 o 24 grados. Vamos los cuatro juntos, en primera (imposible ir más deprisa), cuando en mitad de un rellano aparece un escalón cortado de un metro y pico. Alguien ha colocado una piedra grande a modo de rampa por la parte izquierda, aún así el paso se las trae. Pasa Pedro el primero, lo sube con un golpe de gas por el sitio más difícil, sin tocar la piedra/rampa. Detrás viene Carlitos, como duda y no lo ve claro, Pedro deja su moto apoyada y se pone para ayudarle si no llega arriba. Se decide y lo intenta por la roca, pero no está bien fija, se mueve y se queda enganchado. Pedro agarra la horquilla y le sube hasta arriba. Toño mientras lo intenta por la derecha, casi imposible. Se queda atascado y Pedro (como siempre que alguno nos quedamos colgados…) aparece raudo a tirar de la rueda delantera. Entretanto y, como Carlitos ha dejado libre la zona de la rampa, yo subo por ahí. Cuando corono, casi a la vez que Toño, paro el motor. Estamos en lo alto de una especie de meseta, de roca plana al lado del rio. Los motores se han parado. No se oye nada, solo las cigarras, los pájaros. Delante nuestro dos mariposas enormes vuelan en paralelo, apareandose. Son preciosas, una amarilla y otra blanca. Se ve toda la parte superior del río, la vegetación está realmente preciosa. La escena es absolutamente maravillosa, el campo en plena explosión primaveral. Nos quedamos los cuatro callados. Nadie dice nada, se ha parado el tiempo. Supongo que a todos nos pasa lo mismo, en este momento cada instante es una delicia. Un poco después se oye a lo lejos el tenue sonido de otro motor acercandose a la rampa y nos damos cuenta de que como llegue no va a poder subir porque tenemos ocupada toda la meseta. Alguien dice ¿habrá que arrancar, no?. Ponemos en marcha y continuamos. Que bonito….

Sexto instante mágico. Zona 17 del segundo día. Acabamos de cascarnos un cerazo en la zona 16, llena de pozas de agua. Voy como un misil, imparable. Después del cinco por saltarme la flecha en la zona del río he empezado a hilar cero tras cero, tanto en las zonas fáciles como en las difíciles y voy eufórico. No se cuantos ceros consecutivos llevo, pero más que nunca. Y esto es Robregordo… La zona 17 se las trae. Un giro de tierra con una doble subida. Mick nos ha alcanzado dos zonas antes y está haciendo el recorrido a la vez que nosotros. Carlitos pasa el primero: un tres. Detrás de él va Pedro, otro. Mick va detrás, va a hacer lo imposible, enfila el giro, sale, da gas y en vez de acelerar, el pequeño motor de la James ronca y suena como si se hubiera tragado una buchada de agua, tose y flaquea. La moto casi se para, está en el peor sitio de todos. Por un instante el cinco (e incluso el leñazo) parece inevitable, pero Mick se agarra al manillar, flexiona las piernas y tira hacia arriba de la moto. No es la moto quien le sube, es él quien está haciendo que la moto suba el escalón, en esos breves instantes, la buchada de agua pasa, y el pequeño motor Villiers agarra con toda la furia que sus casi cincuenta años le permiten. Imposible que traccione ahí. Una vez más el maestro nos muestra porque el apodo de “magical Mick”. Todo el peso atrás, un pie al lateral para evitar que se detenga el movimiento de la moto y ayudar a que la rueda encuentre tracción, y de nuevo en marcha. Llega al final de la zona con un solo pie. Ha transformado un potencial cinco en un uno increíble. Como nos contaba en el curso, no hay que pensar en el pie que te has dejado, sino en los cuatro que te has ahorrado. Está serio, (luego nos enteramos de que es el único pie que se ha dejado en todo el día, una vez mas, increíble…) pero no enfadado. Le preguntamos y dice que cree que hay algo de agua en el carburador de la zona anterior. Tras él entro yo. Es la oportunidad de mi vida. Lo veo clarísimo, esto es un potencial cero. Entro en el giro tan concentrado en la subida que viene detrás que calculo mal y el sitio más tonto una estribera toca en un pedrusco enorme, casi volcando, dejándome pie e incluso rodilla en el suelo. Cabe la duda de si ha tocado el manillar en el suelo. Le voy gritando al juez que no ha tocado (por si las moscas), enfilo la subida gas a fondo por la derecha y acabo la zona con un dos. Miro al juez. Cinco. Es Sibis, que me consta que es piloto, y le digo: yo creo que el manillar no ha tocado. Me contesta: yo creo que si. Pues aunque me fastidie, no hay más que hablar. Pasa Toño, que también se deja un uno, pero casi consigue lo que hubiera sido un cero histórico. Arrancamos. No dejo de pensarlo, tengo un mosqueo conmigo mismo que me lo piso: si me hubiera tirado a asegurar el uno, me hubiera ahorrado el cinco. Pero, que caramba, no me juego nada importante, no vivo de esto, si llego a marcarme el cero en una zona en la que Mick hizo un uno lo hubiera guardado como uno de los momentos más memorables de mi vida trialera. Poco a poco se me va pasando el mosqueo. Unos metros más allá nos encontramos a Mick parado. Ha subido la rueda delantera de la James a una roca de un metro y pico de alto y está acelerando en vacío con la moto así inclinada, asegurándose de que el carburador se traga hasta la última gota de agua que pueda quedar en la cuba. Pues no sabe nada el pájaro… eso si, sonriente, como siempre, no faltaba más. Arranca detrás nuestro, va justo por detrás de mí. Al vadear un río le dejo que me adelante, por si acaso le estoy frenando. Unos metros más allá comienza una subida por un camino forestal ancho, larga (como un par de kilómetros) y llena de curvas amplias. Vamos en tercera. Diez metros delante de mi, Mick levanta la rueda delantera y comienza un caballito interminable moviendo el cuerpo adelante y detrás para equilibrar el peso y mantener la rueda arriba con el gas abierto casi a fondo. Al mismo tiempo mueve el peso a los lados sobre las estriberas y va dando los giros del camino sobre una sola rueda. Esta claro, sigue haciendo lo mismo que en la roca, garantizándose que el carburador se ha tragado el poco agua que pueda quedar. Pero lo mejor es que de cuando en cuando se gira para de reojillo asegurarse de que seguimos detrás y solo hay que ver su mirada para percibir que está disfrutando como un jabalí en una poza de barro. A sus sesenta y tres años, después de dos días subido en la moto, cuando a los demás no nos quedan casi ni fuerzas para parpadear, él sigue disfrutando de cada instante, de cada detalle de la moto, como si fuese un chaval emocionado dando un paseo en su primer ciclomotor. Aprovechando la adversidad del agua en el carburador para marcarse un caballito de quinceañero a la puerta de una discoteca. Eso es lo que se llama hacer de la necesidad virtud. Al acabar la cuesta llegamos a la siguiente zona. Aparco en un árbol junto a Carlitos y le digo: viendo a Mick se me acaba de pasar lo poco de cabreo que me quedase. Por supuesto!, me contesta…

Septimo instante mágico. Acabamos de pasar última zona del segundo día. Volvemos los cuatro juntos por el último tramo del interzona. Felices, a todo lo que dan las motos, enlazando un montón de curvas peraltadas en un sendero en el que caben con dificultad los manillares de las motos. Vamos bien deprisa, cada uno a un par de metros del anterior y encima con los tambores mojados. En algunos momentos pienso que como nos encontremos a alguien más lento en el camino lo que vamos a hacer es un montoncillo de motos y huesos rotos. Pero se que no va a pasar, vamos tan felices que si aparece algún obstáculo sacaremos las alas y lo pasaremos los cuatro juntos volando… Delante va Toño, la sherpa hila como si fuese sobre raíles, detrás, Carlitos a su estela, haciendo bramar al poderoso motor de la MAR de láminas. Por instantes me giro y veo a Pedro pegadito a mi espalda, haciendo gala de su pasado endurero, permitiendo que sea la moto quien “baile” las curvas peraltadas mientras su cuerpo marca la trayectoria. Una vez más, y van cientos de ellas en unos cuantos días, me siento el rey del mundo. Con MIS Amigos, sobre MI moto, en mitad del campo, cansado pero feliz. Supongo que si ahora le pusiese una canción de Moby como fondo, algo así como “dream about me”, este sería el video musical que me gustaría ver todos los días de mi vida cuando estoy agotado, o cuando me empiezan a faltar las energías. Y así será, es posible que no suene, pero yo la oigo, y este video lo guardaré en el rincón mas seguro de mi corazón, merece la pena.

Y hasta aquí mi personal relato de una pequeña parte de lo que han supuesto estos bonitos días del mes de Mayo de 2007. No puedo dejar de lamentar no poder estar en todas partes al mismo tiempo para poder haber hecho el recorrido de Robregordo con mis amigos Pepe, Julián y José Luís Quer, ellos también han vivido sus entrañables momentos de disfrute, pero me queda el placer de leer sus crónicas y disfrutar como si hubiera ido con ellos, porque, de corazón, estaba allí también. También me encantó hacer parte del recorrido con nuestros amigos Pim Terricabras, Bonaigua y Toni Buixadé, grandes trialeros, pero aún mejor personas. Un lujo. Mis saludos y reconocimiento a todos los implicados en la organización de Robregordo, y a todos aquellos que se esfuerzan cada año en acabar una carrera que para nuestras clásicas es un autentico raid, plagado de dificultades, pero también de satisfacciones. No se me olvidará toda la gente que he visto desmontando las motos prácticamente enteras a la salida de las zonas de agua para sacar el agua de las entrañas de sus amadas monturas y así poder acabar la carrera. Eso es afición y constancia. Impresionante.

A todos, muchas gracias. Si tuviera que resumirlo, utilizaría una expresión en ingles: “life worths” o su traducción al castellano, mucho mas larga y menos poética, pero igualmente válida: “la vida merece ser vivida”. Ya lo creo que si. Un abrazo

chemix

Montevideo 25 de mayo de 2007